Como ya he dicho en entradas anteriores, varios de mis fetiches se relacionan o han surgido a partir de situaciones a las cuales temía en mi infancia. Por ejemplo, cuando pequeña odiaba cortarme el pelo y ahora me causa placer ver como se lo hacen a otros (o incluso pensar en situaciones fetichistas en donde sea yo la "víctima"); o también le tenía (y sigo teniendo) un miedo irracional a las inyecciones, pero ahora soy belonefílica y me encanta fantasear con situaciones fetichistas donde yo sea la parte pasiva, o la activa. De esta forma, algunos de mis miedos más extremos se han transformado en una fuente de placer que nunca hubiera imaginado, lo cuál, aparte de ser entretenido, es realmente confuso, por lo que he dedicado varias horas a pensar en el por qué de esta situación, en cómo algo que en mi infancia me provocaba rechazo hoy me llama de una forma inesperada, y cómo una fobia se puede transformar en un fetiche. Al principio pensé que se podía deber a las ganas de su
Lo descubrí. Lo negué. Lo comprendí. Lo acepté. Ahora todo se centra en disfrutar.